Qué es el cultivo de trigo
Hablar de trigo es hablar de historia. Este cereal lleva alimentándonos desde hace más de 10.000 años, y la verdad es que sigue siendo uno de los pilares de nuestra alimentación. El trigo (Triticum spp.) es una gramínea anual bastante noble, capaz de adaptarse a distintos climas y suelos. Eso sí, si queremos sacarle todo su potencial, necesitamos mimar ciertos aspectos del manejo agronómico, y el riego es sin duda uno de los más críticos.
En nuestro país, el trigo ocupa cerca de 2 millones de hectáreas. Tradicionalmente lo hemos cultivado en secano, dejando que el cielo decidiera la cosecha. Pero cuando incorporamos sistemas de riego eficientes, los números cambian radicalmente: pasamos de cosechas medias de 2.500-3.000 kg por hectárea a rendimientos que fácilmente superan los 6.000-8.000 kg/ha. Es decir, más del doble. Y esto no es magia, es simplemente darle al cultivo lo que necesita en el momento exacto.
El ciclo del trigo tiene su propio ritmo, sus propias etapas: germinación, ahijamiento, encañado, espigado, floración y maduración. Cada una pide algo diferente en cuanto a agua, nutrientes y temperatura. Es como una sinfonía donde cada nota debe sonar en su momento justo para que el resultado sea espectacular.
Tipos de trigo
No todos los trigos son iguales, ni mucho menos. Dependiendo de lo que queramos hacer con ellos y de dónde los cultivemos, elegiremos uno u otro. Déjame contarte los principales:
Trigo blando (Triticum aestivum): Este es el rey indiscutible. Representa casi el 95% de lo que cultivamos en España. Sus granos son más blanditos, ricos en almidón, y perfectos para hacer pan, bollería y todo tipo de masas. Es el que encontramos en prácticamente todas las panaderías.
Trigo duro (Triticum durum): Aquí cambiamos de registro. Sus granos son más duros, casi vítreos, y tienen más proteína. Si te gusta la pasta, el cuscús o las sémolas, le debes un agradecimiento a este trigo. Se cultiva sobre todo en zonas mediterráneas, donde el clima le sienta de maravilla.
Trigo de invierno: Este es el más común por aquí. Lo sembramos en otoño, entre octubre y noviembre, y necesita pasar frío —lo que llamamos vernalización— para completar su ciclo correctamente. Luego lo dejamos crecer durante 7-9 meses hasta la cosecha. Es paciente, resistente.
Trigo de primavera: Este tiene más prisa. Se siembra entre febrero y marzo, no necesita ese frío invernal, y en 4-5 meses ya está listo. Es menos habitual en España, pero resulta muy útil en zonas donde los inviernos son demasiado duros o cuando las cosas no salieron bien en otoño y necesitamos una segunda oportunidad.

Dentro de estas categorías hay un universo de variedades comerciales. Para regadío con riego por goteo, nos interesan especialmente aquellas de porte bajo-medio, que amacollan bien y responden de maravilla cuando les damos nitrógeno. La elección correcta puede marcar la diferencia entre una buena cosecha y una excelente.
Requerimientos necesarios para el cultivo del trigo
Requerimientos de suelo
El trigo es bastante agradecido con los suelos, la verdad. No es de esos cultivos caprichosos que solo funcionan en condiciones perfectas. Pero claro, como todo en la vida, si le das lo mejor, te devolverá lo mejor.
Textura: Los suelos franco-arcillosos, franco-limosos o simplemente francos son los ideales. ¿Por qué? Porque consiguen ese equilibrio perfecto entre retener agua y drenar bien. Piénsalo: ni encharcamientos ni sequía extrema. También se puede cultivar en suelos más arcillosos, siempre que no se nos encharquen, o en suelos arenosos si estamos dispuestos a regar con más frecuencia. Eso sí, el rendimiento será algo menor.
Profundidad: Aquí necesitamos al menos 60-80 cm de suelo franco para que las raíces puedan desarrollarse cómodamente. Y es que el sistema radicular del trigo puede llegar hasta los 150-180 cm cuando las condiciones son buenas. Cuanto más profundas lleguen las raíces, más agua y nutrientes podrán aprovechar.
pH: El rango de confort está entre 6,0 y 7,5. Tolera bien algo de alcalinidad hasta pH 8,0, pero con suelos ácidos por debajo de 5,5 empiezan los problemas: el aluminio se vuelve tóxico y los nutrientes no se absorben bien.
Drenaje: Este punto es innegociable. Un encharcamiento, aunque sea temporal, puede arruinar el cultivo. Las raíces se asfixian, aparecen hongos, y el rendimiento se desploma. Con riego por goteo esto se vuelve aún más crítico, porque si el agua no drena bien, estaremos creando problemas donde no los había.
Salinidad: Aquí el trigo se defiende bastante bien. Aguanta conductividades de hasta 6-8 dS/m sin inmutarse demasiado. Por encima de esos valores sí empezaremos a notar pérdidas de entre el 10-25%. No es el cultivo más sensible, pero tampoco el más resistente.
Materia orgánica: Si tenemos más del 2%, mejor que mejor. La materia orgánica mejora la estructura del suelo, ayuda a retener agua sin encharcamientos, y mantiene viva toda esa microbiología del suelo que trabaja para nosotros sin que la veamos.

Requerimientos climatológicos
El trigo es un cultivo de clima templado-frío, y cada fase de su desarrollo tiene sus propias preferencias. Es como si el cultivo fuera cambiando de personalidad a medida que crece.
Temperatura: Cuando germina, le gusta estar entre 15-20°C, aunque la verdad es que puede despertar entre 3 y 30°C. Durante el ahijamiento prefiere el fresco, unos 12-15°C. El trigo de invierno necesita su dosis de frío —entre 0-10°C durante uno o dos meses— para desarrollarse bien después. Cuando llega el espigado y la floración, busca temperaturas más agradables, entre 18-24°C. Y para llenar el grano, lo ideal son unos 20-25°C. Eso sí, si durante la floración sufrimos temperaturas por encima de 30°C, podemos tener problemas serios de esterilidad.
Heladas: Aquí el trigo de invierno demuestra su temple. En fase vegetativa aguanta hasta -10°C o -15°C sin pestañear. Pero cuando está espigando o floreciendo, con -2°C ya empezamos a tener sustos: las flores se dañan y perdemos granos por espiga.
Precipitación: Aunque el trigo de secano sobrevive con 400-600 mm al año, si queremos cosechas generosas necesitamos entre 500-700 mm bien repartidos. El momento crítico va desde el encañado hasta el llenado de grano, ahí es donde más agua pide.
Horas de luz: El trigo necesita entre 1.000 y 1.500 horas de luz durante todo su ciclo. Un buen fotoperiodo ayuda al ahijamiento y a que las espigas se desarrollen bien.
Humedad relativa: Lo suyo es mantenerla entre el 60-70%. Si nos pasamos de húmedo, invitamos a las enfermedades fúngicas —royas, septoriosis, fusarium—. Si el ambiente es demasiado seco, la polinización puede verse comprometida.

Requerimientos hidrológicos
El manejo eficiente del agua es fundamental para maximizar el rendimiento del cultivo de trigo, especialmente en sistemas de regadío:
Necesidades hídricas totales: El cultivo de trigo en regadío requiere entre 450-600 mm de agua durante todo su ciclo, dependiendo de las condiciones climáticas, la variedad y el sistema de riego. En sistemas de riego por goteo, las necesidades pueden reducirse un 20-30% respecto al riego por aspersión o inundación debido a la mayor eficiencia.
Coeficiente de cultivo (Kc): El Kc varía según la fase fenológica: inicial (siembra-ahijamiento) 0,3-0,5; desarrollo (ahijamiento-encañado) 0,7-1,0; media (encañado-espigado) 1,05-1,20; final (maduración) 0,4-0,6. El período de máxima demanda hídrica se produce desde el encañado hasta el inicio del llenado de grano.
Fases críticas de riego: Existen momentos fenológicos donde el déficit hídrico impacta severamente en el rendimiento: durante el ahijamiento, un riego adecuado favorece la formación de tallos productivos; en el encañado-espigado, el estrés hídrico reduce el número de espiguillas por espiga; en la floración, la falta de agua causa esterilidad floral; en el llenado de grano, determina el peso final del grano.
Frecuencia y dosis de riego: En riego por goteo, se recomienda mantener la humedad del suelo entre el 70-80% de la capacidad de campo durante las fases críticas. Las dosis típicas oscilan entre 15-25 mm por riego, con frecuencias de 5-10 días dependiendo de las condiciones climáticas. Durante el llenado de grano, es crucial mantener un riego constante pero moderado.
Calidad del agua: El trigo tolera aguas con conductividad eléctrica de hasta 4-6 dS/m sin reducciones significativas de rendimiento. El pH del agua debe estar entre 6,5 y 8,0. Es importante evitar riegos con aguas muy frías durante fases sensibles.
¿Cómo se cultiva el trigo?
Cómo se siembra
Sembrar bien es medio camino andado. Y es que si la nascencia es irregular o las plántulas nacen débiles, todo lo que hagamos después irá cuesta arriba.
Preparación del suelo: Lo primero es un laboreo profundo de unos 25-30 cm para romper esas capas duras que limitan las raíces. Luego pasamos cultivador o grada para dejar el suelo mullido, esponjoso. Si vamos a usar riego por goteo enterrado, las líneas de goteo van a 15-20 cm de profundidad, instaladas antes de sembrar. Si preferimos cintas superficiales, esas las ponemos y quitamos cada campaña.
Método de siembra: Podemos usar una sembradora de líneas tradicional dejando 15-20 cm entre líneas, o una de precisión si queremos más control. Con riego por goteo, hay que pensar un poco: las líneas de siembra deben estar cerca de donde cae el agua, normalmente a unos 10-15 cm del lateral. Así las raíces encuentran la humedad desde el principio.
Dosis de siembra: En regadío tiramos entre 180-220 kg por hectárea para variedades de ciclo largo, y entre 220-250 kg/ha para las de ciclo corto. Eso viene a ser unas 400-450 semillas viables por metro cuadrado. Claro, hay que ajustar según el peso de mil granos de nuestra variedad, el poder germinativo que tenga, y las condiciones que tengamos el día de siembra.
Profundidad de siembra: Lo suyo es entre 3 y 5 cm. Más superficial y dejamos la semilla expuesta al sol y a los pájaros. Más profundo y la pobre plántula tarda en emerger y sale débil.
Tratamiento de la semilla: Siempre semilla certificada y tratada. Los fungicidas previenen carbón, caries y hongos de nascencia. También podemos añadir insecticidas contra plagas del suelo y bioestimulantes para que las raíces arranquen con fuerza.

Cuándo se siembra
El timing lo es todo. Sembrar demasiado pronto o demasiado tarde puede costarnos cientos de kilos por hectárea.
Trigo de invierno: En la mayor parte de España sembramos entre finales de octubre y mediados de diciembre. Pero esto varía bastante según dónde estemos: en las zonas frías del interior —Castilla y León, Aragón— lo mejor es ir entre finales de octubre y mediados de noviembre. En cambio, en zonas más suaves como el valle del Guadalquivir o Levante, podemos esperar tranquilamente hasta diciembre.
Trigo de primavera: Este se siembra entre febrero y marzo, cuando ya empieza a calentar y las heladas fuertes son menos probables. No es muy habitual en España, pero es un salvavidas en zonas de inviernos durísimos o cuando la siembra de otoño se torció y necesitamos una segunda oportunidad.
Factores a considerar: La fecha perfecta depende de varias cosas. El suelo debe estar al menos a 8-10°C para que la germinación vaya bien. Necesitamos humedad suficiente o capacidad de regar enseguida. Las siembras tempranas tienen más riesgo de malas hierbas y enfermedades. También influye la variedad que elijamos —si es de ciclo largo o corto— y si estamos en secano o regadío. En regadío tenemos más margen para jugar con las fechas.
Siembras tardías: A veces las condiciones nos obligan a sembrar tarde, aunque sabemos que perderemos un 10-20% de potencial productivo. En esos casos hay que compensar: aumentamos la dosis de siembra un 15-20% y escogemos variedades de ciclo más corto. No es lo ideal, pero al menos salvamos la campaña.
Cuándo se riega
El agua en el momento justo es oro. Dársela cuando el trigo no la necesita es tirar dinero y recursos. No dársela cuando la pide es perder cosecha. Veamos fase por fase:
Riego de presiembra o nascencia: Si el otoño viene seco, un riego de presiembra de 60-80 mm nos asegura que el perfil tenga humedad y que la emergencia sea uniforme. Si no lo hicimos antes y el suelo está seco, un riego ligero de 20-30 mm justo después de sembrar es fundamental.
Fase de ahijamiento (noviembre-febrero): Si llueve lo normal, aquí no solemos necesitar regar. Pero si viene seco, un riego de apoyo de 30-40 mm ayuda a formar más macollos productivos. Ojo con pasarnos: demasiada agua provoca que el cultivo se desarrolle en exceso y luego se encame.
Fase de encañado (marzo-abril): Aquí empieza a pedir agua de verdad. Mantenemos la humedad al 70-80% de capacidad de campo con riegos de 40-50 mm cada 10-15 días. Si nos quedamos cortos, el número de espiguillas por espiga se resiente, y eso es cosecha que perdemos.
Fase de espigado-floración (abril-mayo): Este es el momento más delicado. La falta de agua aquí nos puede arruinar la cosecha. Mantenemos humedad constante con riegos frecuentes de 30-40 mm cada 7-10 días. Si regamos por goteo, mejor hacer riegos más frecuentes pero más ligeros: 15-20 mm cada 5-7 días. Cualquier estrés durante la floración causa esterilidad y perdemos granos.
Fase de llenado de grano (mayo-junio): Aquí decidimos cuánto van a pesar nuestros granos. Riegos de 35-45 mm cada 7-12 días, manteniendo humedad moderada. Ni mucha ni poca. El exceso favorece enfermedades y estropea la calidad panadera. Paramos el riego unos 15-20 días antes de la cosecha, cuando el grano tiene un 30-35% de humedad, para que seque y endurezca bien.
Control del riego: No vayamos a ciegas. Usemos sondas de humedad, tensiómetros o una estación meteorológica que calcule cuánta agua está perdiendo el cultivo. Con riego por goteo, además, podemos ir metiendo nutrientes en cada riego, sincronizados con lo que el trigo necesita en cada momento.
Tratamientos y recolección del trigo
Fertilizantes – fertirrigación
Si queremos sacarle el máximo al trigo, la nutrición es clave. No basta con regar bien, hay que darle de comer en el momento adecuado.
Necesidades nutricionales: Para producir 6.000-7.000 kg de grano por hectárea, el trigo se lleva del suelo aproximadamente: 180-200 kg/ha de nitrógeno, 80-100 kg/ha de fósforo, 160-200 kg/ha de potasio, 40-60 kg/ha de calcio, 20-30 kg/ha de magnesio, y micronutrientes como zinc, manganeso, hierro, cobre y boro. Eso hay que devolverlo al suelo.
Fertilización de fondo: Antes de sembrar metemos todo el fósforo y potasio, más un 20-30% del nitrógeno. Las dosis típicas rondan los 80-100 kg/ha de P₂O₅, 100-120 kg/ha de K₂O, y 40-60 kg/ha de N. Usamos superfosfato, MAP, DAP para el fósforo; cloruro o sulfato potásico para el potasio; y urea o sulfato amónico para ese primer aporte de nitrógeno.
Fertirrigación nitrogenada: El resto del nitrógeno —unos 120-140 kg/ha— lo fraccionamos mediante fertirrigación en los momentos clave. Durante el ahijamiento, 20-30 kg/ha de N para que forme más tallos. En el encañado, 40-50 kg/ha para aumentar espiguillas. Al inicio del espigado, otros 40-50 kg/ha para conseguir más granos por espiga. Y en el llenado, 20-30 kg/ha más para mejorar el contenido proteico del grano.
Fertilizantes para fertirrigación: Los más socorridos son el nitrato amónico cálcico (27% N), el nitrato potásico (13-0-46), la urea (46% N, aunque hay que acidificar el agua), el MAP y MKP cuando necesitamos aportar fósforo, y el sulfato potásico soluble para el potasio.
Micronutrientes: En suelos alcalinos o pobres podemos tener carencias de zinc, manganeso o hierro. Se aplican vía fertirrigación con quelatos o vía foliar. El boro es especialmente importante durante la floración porque afecta a la viabilidad del polen.
Control del pH y CE: En fertirrigación, mantener el pH del agua entre 5,5 y 6,5 ayuda a que los nutrientes se disuelvan mejor. Y hay que vigilar la conductividad eléctrica para no salar el suelo, sobre todo si el drenaje no es muy bueno.
Tipos de plagas y tratamientos
El trigo tiene sus enemigos, como cualquier cultivo. Lo importante es conocerlos y actuar cuando realmente haga falta, no antes.
Pulgones: Estos son los más habituales y problemáticos. Aparecen desde el encañado hasta el llenado de grano. Chupan la savia y encima transmiten virus como el del enanismo amarillo, que puede ser devastador. El umbral para tratar está en 10-15 pulgones por espiga durante el espigado. Usamos imidacloprid, pirimicarb o lambda cihalotrin. Un truco: tratar la semilla con insecticidas sistémicos nos protege durante las primeras fases.
Zabro: Este coleóptero tiene unas larvas que devoran las hojas durante el invierno y la primavera. Pueden dejar zonas peladas en el cultivo. Si detectamos los primeros daños en otoño, aplicamos clorpirifos o lambda cihalotrin.
Mosquito del trigo: La larva se mete dentro del tallo y lo debilita desde dentro hasta que se rompe. Si hemos tenido problemas en campañas anteriores, mejor prevenir con tratamiento de semilla o una aplicación foliar temprana.
Trips: Estos bichitos aparecen durante el espigado y el llenado, decoloran los granos y los dejan medio vacíos. Si contamos más de 5-10 trips por espiga, hay que actuar con deltametrina o lambda cihalotrin.
Rosquilla negra: En zonas cálidas puede dar guerra. Las larvas se comen hojas y espigas jóvenes. Tratamos con clorpirifos, lambda cihalotrin o Bacillus thuringiensis cuando las larvas son todavía pequeñas.
Manejo integrado: La clave está en no depender solo de los químicos. Rotamos cultivos para romper el ciclo de las plagas, eliminamos malas hierbas que les sirven de refugio, usamos variedades resistentes cuando podemos, tratamos la semilla de forma preventiva, monitoreamos el cultivo regularmente con trampas y a ojo, respetamos umbrales de tratamiento para no gastar innecesariamente, y alternamos materias activas para que no se hagan resistentes.
Recolección del trigo
La cosecha es el momento de la verdad. Después de meses cuidando el cultivo, hay que recoger en el momento exacto para no perder ni rendimiento ni calidad.
Momento de cosecha: Cosechamos cuando el grano está duro, no se marca con la uña, y tiene entre 13-16% de humedad. Si cosechamos con más del 16%, tendremos que secarlo después y eso cuesta dinero. Por debajo del 12%, el grano se desgrana con facilidad y perdemos cantidad en la recolección.
Calendario de cosecha: En España cosechamos entre junio y julio, aunque las fechas varían bastante según la zona. En Andalucía y el sur caluroso, desde finales de mayo hasta mediados de junio. En la meseta norte —Castilla y León— desde finales de junio hasta mediados de julio. Y en zonas de montaña, hasta finales de julio o primeros de agosto.
Indicadores de madurez: Sabremos que está listo cuando el cultivo tenga ese color amarillo dorado característico, el grano esté duro como una piedra, la humedad ronde el 13-16%, la paja esté seca y se quiebre fácilmente, y las hojas completamente secas.
Regulación de la cosechadora: Aquí cada máquina tiene su punto, pero como referencia: velocidad de avance de 5-7 km/h en condiciones normales, cilindro desgranador a 800-1.000 rpm, separación del cóncavo entre 12-18 mm (ajustamos según la humedad), velocidad del ventilador ajustada para limpiar sin perder grano, y cribas con la superior a 16-18 mm y la inferior a 8-10 mm.
Pérdidas admisibles: Las pérdidas totales no deberían pasar del 3%: menos del 1% por la plataforma de corte, menos del 2% en trilla y separación, y menos del 0,5% en la limpieza. Si perdemos más, hay que revisar la regulación.
Momento del día: Lo mejor es cosechar cuando el grano está seco pero la paja aún conserva algo de flexibilidad. Últimas horas de la mañana o primeras de la tarde suelen ser ideales. Evitamos cosechar con rocío o después de lluvias.
Rendimientos esperados: En regadío con riego por goteo bien llevado, podemos conseguir 6.000-8.000 kg por hectárea. En condiciones óptimas y con variedades potentes, hasta 9.000-10.000 kg/ha. En secano, los rendimientos típicos rondan los 2.000-3.500 kg/ha. La diferencia es abismal.
Calidad del grano: Los parámetros que miran las harineras incluyen: peso hectolítrico mínimo de 78-80 kg/hl para trigo panificable, proteína mínima del 11-13%, humedad máxima del 14% para almacenar bien, impurezas máximas del 2%, y granos germinados, quebrados o dañados máximo del 5-8%.
Productos de riego para trigo
En Caudal llevamos años ayudando a cerealistas a transformar sus explotaciones con sistemas de riego eficientes. Y es que el riego por goteo en trigo ya no es cosa de futuristas, es una realidad rentable.
Sistemas de riego por goteo enterrado: Esta es la opción estrella para cultivos extensivos como el trigo. Las tuberías con goteros van enterradas a 15-25 cm de profundidad, con laterales cada 1,5-2 metros y goteros cada 30-50 cm que sueltan 1-2 litros por hora. ¿Las ventajas? Reducimos el consumo de agua entre un 25-35% comparado con la aspersión, conseguimos una uniformidad de más del 90%, eliminamos pérdidas por evaporación, hay menos malas hierbas porque no mojamos toda la superficie, podemos fertilizar con precisión quirúrgica, y el sistema dura 10-15 años con un mantenimiento sencillo.
Cintas de goteo superficiales: Si no queremos hacer una inversión tan grande de entrada, las cintas superficiales son una buena alternativa. Se ponen en superficie durante el cultivo y se recogen tras la cosecha. Ideales para quien rota el trigo con otros cultivos o quiere probar el goteo antes de dar el salto definitivo.
Sistemas de filtración: Aquí no podemos escatimar. Una obstrucción en los goteros puede arruinar la cosecha. Ofrecemos filtros de anillas para aguas limpias, filtros de malla para aguas con partículas en suspensión, filtros de arena para aguas con materia orgánica o algas, y sistemas de filtración automática con retrolavado que se limpian solos.
Cabezales de fertirrigación: Aquí es donde la magia ocurre. Permiten inyectar fertilizantes con precisión milimétrica. Incluyen tanques de fertilización con agitador, bombas inyectoras de varios tipos, sistemas para controlar pH y conductividad, programadores para dosificar exactamente lo que necesitamos, y medidores de caudal y presión.
Equipos de control y automatización: La tecnología al servicio del agricultor. Programadores de riego con múltiples sectores, sensores de humedad del suelo que nos dicen exactamente cuándo regar, estaciones meteorológicas conectadas que calculan cuánta agua pierde el cultivo, electroválvulas y reguladores de presión, y sistemas de telecontrol para gestionar todo desde el móvil. Porque tu tiempo también vale.
Tuberías y accesorios: Suministramos todo lo necesario: tuberías primarias y secundarias, tuberías porta-goteros con protección UV y antirraíces, conexiones de todo tipo, ventosas para eliminar el aire del sistema, válvulas de drenaje en los puntos bajos, y manómetros para vigilar la presión.
Ventajas del riego por goteo en trigo: Los números hablan por sí solos. Incremento de rendimiento del 100-150% respecto a secano, ahorro de agua del 30-40% respecto a aspersión, mejor control fitosanitario porque el follaje se mantiene seco, fertirrigación precisa fase por fase, reducción de costes energéticos, menos lixiviación y contaminación de acuíferos, funciona en parcelas irregulares y con pendiente, y la inversión se amortiza en 4-6 años. Después de eso, todo son ganancias.
Asesoramiento técnico: No te dejamos solo con el sistema. Nuestro equipo de ingenieros agrónomos te ofrece: diseño personalizado según tu parcela, cálculo de necesidades y programación de riegos, recomendaciones de fertirrigación según análisis de suelo, formación completa en manejo y mantenimiento, servicio técnico y repuestos siempre disponibles, y seguimiento durante toda la campaña para optimizar resultados. Porque lo que nos importa es que tu inversión sea un éxito.
Preguntas Frecuentes sobre el Trigo
¿Cuándo se siembra el trigo?
Depende del tipo de trigo que cultives. El trigo de invierno, que es el más habitual en España, se siembra entre finales de octubre y mediados de diciembre. En las zonas frías del interior, como Castilla y León, lo mejor es adelantarse y sembrar entre finales de octubre y mediados de noviembre. En cambio, en zonas más suaves del sur puedes esperar hasta diciembre sin problema. El trigo de primavera va entre febrero y marzo. Lo importante es que el suelo esté al menos a 8-10°C para que germine bien.
¿Cuánta agua necesita el cultivo de trigo?
El trigo en regadío pide entre 450 y 600 mm de agua durante todo su ciclo. Esto varía según el clima y cómo riegues. Lo bueno del riego por goteo es que puedes reducir estas necesidades un 20-30% comparado con otros sistemas porque aprovechas mejor cada gota. Los momentos donde más agua pide son desde marzo hasta junio: encañado, espigado, floración y llenado de grano. Ahí es crucial mantener la humedad del suelo entre el 70-80% de su capacidad para sacarle el máximo rendimiento.
¿Qué tipo de riego es mejor para el trigo?
Sin duda, el riego por goteo enterrado. Es el más eficiente con diferencia. Ahorras entre un 25-35% de agua respecto a la aspersión, distribuyes el agua de forma más uniforme, puedes fertilizar con precisión, mantienes el follaje seco reduciendo enfermedades, hay menos malas hierbas, y gastas menos energía. Sí, la inversión inicial es mayor, pero se amortiza en 4-6 años. Y después de eso, gracias al ahorro en agua, energía y fertilizantes, y sobre todo al incremento de más del 150% en el rendimiento comparado con secano, todo es ganancia.
¿Cuándo se cosecha el trigo?
Cuando el grano está duro y tiene entre 13-16% de humedad. En España esto suele ser entre junio y julio, aunque cambia según dónde estés. En el sur, desde finales de mayo. En la meseta norte, desde finales de junio hasta mediados de julio. En zonas de montaña, hasta finales de julio. Las señales visuales son claras: el cultivo tiene ese color dorado precioso, el grano no se marca con la uña, y la paja está completamente seca. Cosechar en el momento exacto marca la diferencia entre una buena cosecha y una excelente.












